25 de septiembre de 2025

A un año de la Masacre de la Harina: ¿Qué hemos aprendido?

El día 29 de febrero de 2024, en la calle Al-Rashid, al oeste de la ciudad de Gaza, una gran multitud de palestinos se agruparon en torno a un suministro de alimentos. Allí fueron brutalmente masacrados por el ejército de Israel, dejando 118 muertos y más de 700 heridos. Según las FDI la masacre nunca ocurrió, sino que hubo dos eventos paralelos: una estampida y un altercado entre civiles que se negaron a cooperar y soldados israelíes. Burdas mentiras, a las que la ocupación israelí se ha dedicado desde el nacimiento de su estado colonial en 1948.

Cuando ocurrió, muchas personas afirmaban en redes sociales que el régimen de Israel había mostrado sus verdaderos colores, que a partir de ese día la defensa del sionismo se había desmoronado desde el punto de vista moral y racional. Sin embargo, ¿cuántas acciones similares llevó a cabo Israel, anteriores y posteriores? Desde ese día Israel ha lanzado una ofensiva en Cisjordania y comenzado una invasión en el Líbano, ambas cruentas y sangrientas. Durante el presente cese al fuego Israel ha avanzado sus proyectos de asentamiento (que implican la expulsión y en muchas ocasiones el asesinato de palestinos), asediado Jenin y matado a 130 personas.

Lo que llevamos presenciando en Palestina desde que el 7 de Octubre de 2023 la ofensiva de Al Aqsa pusiese de nuevo el foco en la situación palestina es la continuación de un proyecto colonial, que como todo proyecto colonial, trata de deshumanizar a los que ocupa. La propaganda israelí se ha centrado en ello desde el primer día. Yoav Gallant, antiguo secretario de defensa, afirmó que su lucha era contra bestias, por lo que todo estaba permitido, y Netanyahu tenía claro que su lucha era una de “luz contra oscuridad”. Las barbaridades dichas y cometidas por las autoridades y colonos sionistas son de sobra conocidas y de sobra indignantes, pero esto no evita su perpetuación. Lo cierto es que parece ser que poco evita su perpetuación, el sionista sigue libre, lanzando proclamas colonialistas y fascistas sin censura propia ni ajena y mostrándose como una supuesta victima. Al contrario, manifestantes por palestina son reprimidos en los países que representan la mayor fuerza de la “democracia”, Estados Unidos y Alemania. Ocupaciones de universidades (acciones no tan distintas del franquismo) y represión en las calles se han vivido en los bastiones de la democracia.

La cuestión es que Israel nunca dejó de ser un estado colonial porque su carácter de ocupación lo fuerza a ello. Su misión histórica siempre ha sido la ocupación y asentamiento en Palestina y para ello necesita expulsar a los palestinos. Esto no es una teoría conspiranoica antisemita, es algo que aceptó David Ben-Gurión, primer presidente de la autoridad colonial israelí.

La Masacre de la Harina ha ocurrido cientos de veces y seguirá ocurriendo cientos de veces más. Si empezáramos a mencionar todas las masacres cometidas por las fuerzas israelíes, peor aún, los conflictos, masacres y genocidios que el imperialismo capitalista promueve sin que salgan en las portadas de ningún periódico, no terminaríamos nunca. En Enero de este año tropas ruandesas han entrado junto a la milicia M23 a la ciudad congoleña de Goma, donde han mantenido un régimen de terror propio del grupo militante. El Congo, Sudán, Yemen, Myanmar, Cachemira, Papúa Occidental o el Sahara occidental viven sus propios genocidios y masacres, ocultos a nuestras cámaras, que deciden quiénes son los que sufren y cuánto importa su sufrimiento.

Es ridículo decir que nuestro mundo es pacífico, señala cualquier país y verás profundas heridas históricas, crisis sociales y disparidades de poder que llevan a la miseria. 4500 personas viven sin electricidad en la Cañada Real madrileña, los suburbios franceses llevan generaciones siendo guetos y 1000 personas son asesinadas por la policía anualmente en Estados Unidos. Estos son los países privilegiados, las torres de cristal desde la que juzgamos al resto del mundo y de paso lo aterrorizamos. Mientras recordamos la masacre de la Harina no podemos olvidar que, desde enero de 2024, 60.000 piezas de armamento han viajado de Zaragoza a Tel Aviv, enviadas con el único propósito de mantener un genocidio y una ocupación que incluso la legislación internacional se atreve a condenar. El apoyo militar, logístico e ideológico de occidente al genocidio israelí, su aprobación de la tortura y el asesinato a niveles masivos ha dejado las cosas muy claras, el que es ciego es porque no quiere ver, ya nada tiene que ver con que nos engañen. Todos hemos visto las imágenes, todos hemos escuchado las historias. Todos hemos visto la destrucción israelí, sus cadáveres y su crueldad. El que aún decide defender a Israel y su derecho a la “autodefensa” contra civiles y niños indefensos lo hace en contra de cualquier moral o empatía. En cierta forma lo hace por miedo, sentimiento del que el fascismo necesita alimentarse, no olvidar que el fascismo es colonialismo hacia dentro.

En los años 70 surgieron guerrillas urbanas por todo el mundo “industrializado”. La RAF alemana, las Brigadas Rojas Italianas o el Ejército Rojo Japonés, grupos de radicales que buscaban desafiar su realidad vigente de la forma más salvaje y directa posible. El motivo de lucha de muchos de estos grupos, conformados en su gran mayoría por jóvenes y universitarios, especialmente en Alemania y Japón, era el contraste y repulsión que sentían a sus mayores. Les parecía indignante que sus padres no hubiesen actuado contra los crímenes que se cometían en su tiempo, los campos de concentración , las matanzas, el holocausto en Europa y la brutal actuación de Japón. Muchos de ellos incluso habían cooperado en tales atrocidades, sus hijos odiándoles por ello.

Imaginamos a las siguientes generaciones pensando en qué hacían sus mayores mientras el genocidio inundaba las tierras palestinas. Muchos de sus padres hablarán de las manifestaciones a las que fueron, como intentaron concienciar a sus amigos y donaron para que los palestinos pudiesen comer. Muchos otros callarán. La masacre de la Harina no será recordada hasta que Palestina sea libre, allí llegarán todos los medios a decir que siempre condenaron lo que estaba pasando, que siempre apoyaron las causas justas. Así hacen los liberales con Martin Luther King, al que quisieron linchar en su época, a Nelson Mandela, al que tildaron de terrorista. Nos hemos acostumbrado a solo condenar el pasado, cuando nuestro objetivo es destruir la opresión presente.

Por Carlos Ortiz

Miembro de Agitatio, Internacionalista

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